Noruega. Día 4. Besseggen

Si hay un día de nuestro viaje a Noruega que recordaremos siempre fue el día que subimos al Besseggen.


Se trata de una ruta de senderismo que bordea el lago Gjende en su zona norte, desde Memurubu a Gjendesheim. Es una ruta preciosa de unos 17 kilómetros al borde de acantilados, cuyo punto culminante se produce antes de subir el pico Besseggen, desde donde se pueden ver simultáneamente el lago Gjende y el lago Bessvatn, con un tremendo desnivel de 400 metros entre ambos, salvado por un precipicio.


 
En todas las guías del parque Jotunheimen se menciona esta ruta, que es de las más famosas de Noruega. Teníamos la sensación de que se trataba de un paseo no demasiado duro, ya que las referencias que teníamos hablaban de que era apta para niños y ancianos (algo así como las cascadas del purgatorio de Rascafría).

Pero la excursión se nos complicó un poco, entre otras cosas porque el tiempo no nos acompañó, con temperaturas frías y mucha niebla, pero sobre todo porque se produjo la crisis emocional del viaje.

Bien temprano cogimos el coche desde Beitostolen a Gjendesheim, donde debíamos tomar el barco hasta Memurubu. Tras una hora de carretera llegamos a un embarcadero donde esperaban ya numerosos excursionistas,  donde nos percatamos que no íbamos todo lo abrigados que la situación lo merecía. 

Tras un agradable viaje a Memurubu, en un barco repleto, llegamos al comienzo de la ruta. En esta zona junto al lago Gjende, la más baja de la ruta, el tiempo era bastante bueno, pero nublado. El recorrido comenzaba salvando un desnivel muy importante, para a continuación ir bordeando el lago por unas crestas más suaves, y finalmente  descender hasta Gjendesheim.




Sobre las 10:00 los cinco, acompañados de varias decenas de personas, comenzamos a subir este primer desnivel a un paso constante. Pero Cristina, que no se fía de sus rodillas tras varias lesiones previas, subía a menor ritmo, por lo que cuando llegamos al final de esta primera subida Txiki, Jorge y yo, ya habíamos perdido de vista a Cristina y a David.

Nos detuvimos a esperarles en una zona muy poco protegida donde soplaba un viento frío, máxime después del sudor que habíamos generado tras la anterior subida. Después de unos minutos, los chicos comenzaron sentir mucho frío estando parados, y es que tanto Jorge como Txiki iban muy poco abrigados.

Y aquí fue donde empezamos a tomar malas decisiones: los tres seguimos camino, sin esperar más noticias. Es importante llegados a este punto destacar que los tres de delante llevábamos el agua y los dos de atrás, la comida.

Desde este punto del recorrido nos persiguió una profunda niebla que no nos permitía  ver las señales que marcaban el camino.

Señalización de las rutas en Noruega
Txiki estuvo a punto de matarme ya que yo no paraba
de preguntar angustiada cada 5 minutos "¿Veis la T?"

Poco después de decidir seguir camino, llamamos por teléfono móvil al equipo 2. Aunque por falta de cobertura no pudimos hablar con ellos, a partir de los ruidos que se oían en esta llamada, sacamos la conclusión de que Cristina y David se habían vuelto y  se encontraban tan ricamente en el albergue de Memurubu.
Con esta idea tan ilusa como reconfortante decidimos seguir camino. Mucho me pesa, pero poco puedo decir de la ruta que hicieron ellos dos solos (o casi solos ya que en el camino conocieron a otros viajeros).

Jorge, Txiki y yo seguimos entre la niebla, y en numerosas ocasiones nos perdimos, a veces nosotros solos pero en otros casos tras seguir a grupos que ya estaban perdidos. Intentando encontrar el camino conocimos a gente de Bélgica, Holanda y la propia Noruega.

Finalmente llegamos, tras algo más de dos horas de recorrido, al lago Bessvatn desde donde, ya sin niebla, pudimos observar un magnifico espectáculo paisajístico. Hasta entonces la ruta se había mostrado dura, fundamentalmente por la niebla y el frío, pero no fue hasta la bajada al lago donde descubrimos que también era necesario “triscar” entre montoneras de piedra al borde de acantilados.



Encontramos junto al Bessvatn a una pareja de ancianos, que debían sin duda superar los setenta, y en la subida del Besseggen a un grupo de adolescentes (Una de las principales conclusiones de este viaje es que los noruegos son gente ruda y aventurera, que no tiene los mismos remilgos que los españoles)

Tras unos minutos contemplando el panorama e intentando contactar con David por teléfono, decidimos seguir caminando convencidos de que el equipo 2 había renunciado.

El siguiente obstáculo era la subida al Besseggen, se trataba de una subida bastante vertical de piedras sobre un acantilado. Yo disfruté singularmente de esta parte del recorrido pero fue mucho más complicada de lo que a priori imaginábamos.
 

Estos no somos nosotros, sólo lo pongo
como demostración de que era una subida "apta" para niños



Estos tampoco somos nosotros, pero con tanta
niebla no pudimos tomar muchas fotos.

Al final de la subida volvió a tragarnos la niebla.

Una vez llegados al Besseggen seguimos por una planicie de rocas  creada por el glaciar donde por fin  conseguimos hablar por teléfono con David, y nos dimos cuenta de que los habíamos abandonado. Como es lógico no estaban muy contentos con nuestra decisión.

Cuando parecía que la planicie no se acababa, llegamos a una bifurcación, y ante la ausencia de un mapa decidimos seguir la indicación a Bessheim ( la otra alternativa era Besseggen de donde veníamos).

Un noruego viejo y muy alto, abandonado en medio de la niebla, empezó a darnos indicaciones como loco de que nos equivocábamos. Pero decidimos no hacerle caso y seguir dirección Bessheim (sin duda no era nuestro día). Desde aquí el camino se hizo más bonito, ya que bajando una ladera llegamos de nuevo del lago Bessvatn.

Cuando se abrió la niebla y vi al lago me eché a reír como una loca, porque después de estar ciega y desesperada (más en el sentido emocional que físico) fue como un milagro la amplitud que se ofrecía ante mis ojos.

Llevábamos andando más tiempo del que creíamos era necesario para llegar al fin de la ruta, y al bajar la ladera, junto al lago, descubrimos otro cruce de caminos. Con horror nos dimos cuenta que nos habíamos desviado muchos kilómetros de nuestro destino.

Como la visibilidad había mejorado y el camino ahora bordeaba la montaña, Txiki se lanzó en una carrera desenfrenada por poner fin a la ruta. Nos pesaban no tanto los kilómetros como la decepción a nosotros mismo.

Fuimos siguiendo un camino plagado de riachuelos, y cuando por fin vimos en el valle un pueblecito con un lago, nos dimos cuenta desesperados que no se trataba de Gjendesheim, nuestro destino. Seguimos bajando a toda velocidad cuando después de un buen rato a la vuelta de un risco, con sorpresa y alegría, nos cruzamos con dos mujeres belgas con las que habíamos compartido parte del trayecto antes de perdernos.

Y por fin vimos el puerto de Gjendesheim, fin de nuestra ruta.
 

Bajamos este último desnivel, con frío, mojados, con dolor de pies y de rodillas, y con un gran peso en el corazón (estoy un poco melodramática), pero en ese momento podía el hambre sobre todo lo demás. Eran casi las cinco de la tarde y decidimos comer algo en un pequeño chiringuito junto al embarcadero. Tengo que decir que ha sido el mejor sándwich mixto que he tomado nunca.

Pocos minutos después llegaron Cristina y David, sin reproches y sin enfados, pero no me equivoco si digo que decepcionados con sus amigos. ¿Me creerán si les digo que es mucho más dura la decepción que uno se produce así mismo? Porque no quiero engañar a nadie, por mucho que me quisiera convencer de que se habían vuelto, la razón me decía que no renunciarían a llegar hasta el final, tanto por su cabezonería como porque sabían que nos dejaban sin comida.
Siempre se dice que uno no sabe como va a reaccionar a la hora de la verdad,…este hecho aunque no fue  grave, me dio pistas sobre mi misma, que no fueron muy halagüeñas.
Mi conclusión es que abandoné a mis amigos (por suerte no me necesitaron… pero eso lo sé ahora)

Tras esta desahogo a lo DRAMA QUEEN, diré que fue un día muy especial, y que la ruta fue preciosa y estimulante. (Un experimento sociológico en la naturaleza).

P.S. Aquí una foto del lago Gjende en Invierno ¡¡¡Espectacular!!!



P.S.2. Estas son mis opiniones sobre lo ocurrido, la opinión de Txiki y Jorge que la den ellos. Sirva en todo caso como disculpa a los amigos que deje atrás.
P.S.3.Menudo rollo he metido.

Comentarios

  1. En cuanto a la parte emocional estoy de acuerdo con Vanesa al 100%. Es decir, avergonzado de mi decisión, decepcionado conmigomismo y por lo demás cansado y con frío. Pero aunque sé que ya nos han perdonado de corazón de nuevo les ofrezco mis disculpas.

    Por otro lado, creo que logísticamente somos lo más nefasto que se ha visto nunca.

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  2. Me ha gustado mucho el relato, la decepción se quedó en Noruega, en aquel albergue a las 17:00...es una experiencia entre buenos, muy buenos amigos a recordar en noches veraniegas con unas cervezas y unas cachimbas en la terraza de otro muy buen amigo...
    La verdad que Jor tiene razón, en la logística somos un poco penosos...nunca pensé que nos encontraríamos bebiendo de riachuelos ridículos perdidos en la niebla de las montañas de Noruega.Esta experiencia me ha servido para darme cuenta que somos más fuertes de lo que pensamos.

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  3. No he comentado algo muy significativo. Acabamos el día viendo la película de MAMA MIA. Alguno estuvo al borde del colapso.

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  4. Yo también tengo que decir que lo siento mucho, que fue mi oído el que escuchó lo que deseaba oír, que ni siquiera me planteé el hecho de que poder terminar la ruta era una necesidad para todos y cada uno de nosotros... Por eso os vuelvo a pedir disculpas y quiero que sepáis que me siento avergonzado por haber pensado que habíais desistido... Como dice Cris, esto sirve para darnos cuenta que somos más fuertes de lo que pensamos... en todos los aspectos!

    Yo no comentaré nada de la logística porque aparte de que iba congelado con mi puñetero "chubasquero" me bebí todo el agua de la botella y algún que otro pequeño arroyo que me encontré por el camino...

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