Toscana. Día 8. Siena.
Nos costó varias vueltas dar con la entrada del aparcamiento del estadio en Siena. Pero finalmente lo encontramos, y nos dispusimos a visitar la ciudad. Eso sí, con parada previa en una farmacia para comprar repelente de mosquitos y una crema para reducir el picor, porque estábamos notando los efectos de los "chupasangres" toscanos.
Por primera vez desde que llegamos a Italia, entré a una farmacia sin mirar al estante de la comida de bebés. Por suerte los problemas con la comida habían terminado...me pasé cuatro días en Florencia buscando potitos que le gustaran a Iván, lo que se demostró imposible. En Italia venden potitos sólo de carne, y no parece muy apetitoso un potito de carne de ternera...El bebé sólo comía yogures, helado y galletas. Pero en el apartamento nos dejaron una batidora y preparamos un tremendo puchero de puré de verdura y pollo. Ahora pienso que hubiera hecho mejor en asumir las costumbres locales y haberle dado de comer pasta todos los días, que a mí hijo le encanta. Superados los problemas de alimentación pude disfrutar muchísimo más del viaje...
Siena es bellísima. La Plaza del Campo, con la Fuente Gaia y la Torre del Mangia, es espectacular:
Estuvimos callejeando por sus hermosas calles, donde resultaba curioso ver las distintas banderolas que adornaban cada barrio y que recordaban el Palio, la carrera ecuestre medieval donde compiten los vecinos de Siena.
Finalmente llegamos a la Catedral, quizá la más bonita de las que vimos en todo el viaje, con la combinación de mármol blanco y negro.
El interior es espectacular, pero demasiado para el bebé, que no aguantó dentro más que unos minutos.
Buscamos para comer un restaurante que la Lonely alababa por su bufet, pero era imposible acceder al local con los carritos, ya que una estrecha escalera de caracol lo impedía. Pero este mismo restaurante era una casa de comida para llevar, con unas mesitas, por lo que pedimos varios platos preparados y comimos allí mismo: ensalada de pasta, carne rellena, pasta con pesto, y varias delicias más. El sitio se llamaba Morbidi, en el centro de Siena.
Seguimos paseando un rato, sin destino claro, encontrando palacios renacentistas a cada paso. Abandonamos Siena, pero de vuelta a Borgo Santinovo paramos en Monteriggioni. Tomamos café y helado en una estupenda terraza en el recinto amurallado y volvimos al apartamento, donde nos esperaba piscina y relax hasta asistir a una cata de vinos en el Agriturismo.
Fue una agradable experiencia en la que los propietarios del agriturismo nos ofrecieron probar sus vinos acompañados de cocina toscana. Probamos un vino rosado, un chardonnay, y varios tintos de Chianti. La casa rural pertenece a la zona de Chianti, siendo la bodega de producción propia de menor tamaño de la zona. Además Lorella nos dio a probar embutidos de la toscana, pizzas con verdura, y otras platos típicos entre los que destacó un guiso de tomate y pan, Pappa al pomodoro.
Así acababa otro gran día en la toscana.
Un gran trabajo el que has hecho en este blog pero creo sinceramente que te agobiaste un poco con tu niño. Yo tengo dos hijas una de 6 años ( que ya ha estado en países como Cuba, China, Marruecos) y otra de 10 meses ( que hizo los dos meses estas navidades en París).
ResponderEliminarLos niños se adaptan absolutamente a todos los horarios, comidas, lugares, museos ... todo les sorprende y te ayudan a ver todo con otros ojos. No son los niños los que se aburren somos los padres los que nos agobiamos
Suerte en tu proximo viaje
Totalmente de acuerdo contigo.
ResponderEliminarDesde entonces hemos hecho nuevos viajes incluyendo este verano por primera vez a mi bebé de 10 meses, y no aprendo. Pero tengo claro que el problema es de la madre y no de los niños.
Aún así disfrutamos de la experiencia, y creo que es vital en la educación de mis hijos conocer otros lugares cerca o lejos de casa.