San Miguel (Azores). Etapa 3. Sete Cidades

Nos dirigimos a Sete Cidades, con el fin de ver los numerosos lagos que hay en esa zona. De camino paramos en un mirador cerca de Relva, donde una mujer oteaba el horizonte en busca de ballenas. La observación de ballenas es un negocio más que fructífero en San Miguel, para lo cual varias empresas cuentan con una infraestructura de vigilantes que indican a los barcos dónde pueden estar las ballenas.
Subimos al cráter de Sete Cidades por Covoada, y al atravesar este pueblecito nos llevamos en las ruedas gran cantidad de mierda de vaca, cuyo olor nos persiguió durante varios días. 
La subida al Mirador de Rei, gran punto de observación de los lagos, es preciosa. Los prados y las hortensias primero, y después los altísimos cedros japoneses crean unos paisajes maravillosos (gran parte de la vegetación de las azores es alóctona:  hortensias, cedros japoneses y conteira abundan por toda la isla de San Miguel).
Nuestra intención era parar para ver el Lago del Canario y el Lago de Empanadas, pero cuando pasamos a su altura estaban cubiertos por una espesa niebla, por lo que decidimos seguir camino. Sin embargo en el Mirador do Rei la vista del lago azul y el lago verde era impresionante. El color de los dos lagos se debe al reflejo de lo que les rodea, el lago verde más pequeño refleja la abundante vegetación mientras que el lago azul refleja el cielo. 

Después bajamos hacia el pueblo de Sete Ciudades por una carreterilla de pendiente demencial, donde intentamos hacer alguna compra y tomar otro desayuno, pero nos pareció un pueblo "excesivamente tranquilo".
Fuimos hasta los lagos para realizar un pequeño recorrido al borde del verde. Pero sólo pudimos recorrer unos pocos kilómetros, desde el puente que cruza los dos lagos, hasta un merendero. Desde allí no vimos forma de terminar de rodearlo ya que sólo se veían escarpadas paredes llenas de árboles.

Volvimos al principio del camino, y nos dirigimos en coche hacia Ponta da Ferraria con la intención de bañarnos en el mar. Siguiendo mis indicaciones tomamos como atajo un camino de tierra, entre granjas de vacas, sin saber si llegaríamos a buen puerto. Pero finalmente llegamos al pueblo, y bajamos por un descenso espeluznante hasta las Termas.
Las Termas estaban cerradas, pero se podía disfrutar de una maravillosa piscina natural en el mar de uso público. Se trataba de una entrada de fría agua marina en la roca volcánica, que la calentaba hasta quemar.
Hacía muy buen día y estaba bastante lleno de gente, pero estaba estupendamente acondicionado con aparcamiento, duchas y vestuarios, todo gratuito (aunque como otras atracciones de la isla, quizá por poco tiempo).
Había tanta gente que era necesario esperar fila para subir o bajar las escaleras de acceso al agua, pero en general fue un baño maravilloso de agua marina, tan pronto fresca, como tan pronto muy caliente. Tras ducharnos seguimos camino hasta la playa de Mosteiros, de arena negrísima donde un montón de niños se bañaban, con una preciosa vista de varios peñascos que hay en la costa.
Compramos algo de  bebida fría y seguimos camino por la carretera que recorre la costa norte de la isla, hasta que encontrar otro merendero con vistas. La carretera nos llevó hasta Capelas, donde decidimos bajar en coche hasta su bonito puerto (ERROR). La carretera para bajar era tan estrecha, que pensé que el coche se iba a quedar encajado entre el muro y la pared escavada en la piedra. Pero gracias a que habíamos alquilado un clio y la habilidad de mi marido al volante, superamos la prueba.
El puerto de Capelas es minúsculo, encajonado entre unos acantilados, y más que barcos había niños bañándose en el muelle.
Acabamos el recorrido en Rabo de Peixe,  pero como no conseguimos encontrar a la primera  la zona del puerto, agotados volvimos a Ponta Delgada.
Nos tomamos el resto de la tarde de relax en la piscina del Hotel, y salimos a cenar a San Pedro, un restaurante muy mono, donde disfrutamos del típico "bife" de las Azores (un buen filete de ternera), albacora a la portuguesa (creo que es nuestro bonito del norte), helado de vainilla con bizcocho de chocolate de postre, y una botella de vino blanco de las azores (58€). Todo muy rico, y muy agradable.
Decidimos repetir en nuestra última noche en Ponta Delgada (imprescindible reserva, por lo menos en el mes de agosto).
Ruta:

Comentarios

Entradas populares de este blog

Sur de Inglaterra. Día 5. Con niños por los Cotswolds

Alsacia y Selva Negra. Día 9. Paseo por el bosque.

Noruega. Día 1. El largo viaje