San Miguel (Azores). Etapa 4. Furnas.

La cuarta jornada nos llevó a Furnas. Desde casa habíamos visto una página web en la que se informaba que era posible alquilar bicicletas para recorrer la caldera , y con esta idea en mente nos dirigimos a esta curiosa ciudad.
Llegamos al pueblo y nos pusimos a buscar la empresa. En la tercera vuelta en coche conseguimos dar con el lugar, un espectacular hotel con un molino, un arroyo escalonado, unas casitas y un jacuzzi entre jardines, donde no había ni asomo del "rental bike". (1er plan frustrado del día).
En resumen, no logramos alquilar bicis, por lo que decidimos recorrer parte de la caldera a pie. Pedimos un mapa del camino que rodea el lago en la oficina de turismo (un mapa bastante costroso por cierto), donde nos informaron que para alquilar la bicicleta había que haberla reservado con antelación.
Cogimos el coche para llegar hasta el aparcamiento de la caldera, que estaba a unos pocos kilómetros del pueblo. Lo primero que nos recibió fue el fuerte olor a "huevo podrido" y es que eran numerosas las emanaciones que salían de la tierra, entre charcos de lodo blanco burbujeante.
Nuestro plan era recorrer el camino rodeando el lago hasta una pequeña iglesia neogótica, pero teníamos como límite horario las 13:00, ya que habíamos reservado la comida.
Al poco de comenzar la ruta vimos sobre un andamio a un escultor, que armado con una motosierra, daba forma a un tronco.  Estábamos ante una exposición al aire libre de escultura en madera.

El paseo fue muy agradable por un camino rodeado de cedros japoneses. Vimos otras esculturas de madera y atravesamos un bosquecillo de bambú.
El lago estaba precioso.

Tristemente nos dimos cuenta que no podríamos llegar a tiempo a la iglesia, si queríamos llegar a comer a Furnas. (2º plan fustrado del día).
De vuelta a las pozas de lodo vimos como los cocineros locales recogían los famosos cocidos del suelo. Nos esperaba una curiosa comida....
Habíamos reservado el cocido en Tony's, un plato típico de Furnas compuesto por gran cantidad de verduras (repollo, patata, zanahoria, nabo, batata, y otras verduras propias de las Azores) y gran variedad de carne (chorizo, morcilla, pollo, tocino y otras partes del cerdo), acompañado de arroz blanco. Resultó bastante bueno con un regusto extraño, quizá a azufre. Comer allí fue bastante barato, en un restaurante muy turístico y destinado a familias (muy de andar por casa, vaya...), pero en ningún caso cambiaría el cocido de mi madre por este.
La siguiente parada fue en la Poza de Dona Beija, un maravilloso spa al aire libre, donde han creado una serie de piscinas con el agua abrasadora y anaranjada que sale de la tierra. Nos cobraron 2 euros, pero fueron los mejor gastados del viaje.
Abandonamos la ciudad camino del Pico de Ferro donde se observaba una maravillosa vista de la caldera.
De vuelta al hotel decidimos parar en el Lago de Congro, pero mi pequeño se había quedado dormido en el coche y la bajada hasta el lago era un largo paseo, por lo que abandonamos la idea (3era decepción del día). Para acabar el día piscina, ducha y cena el puerto, en un restaurante bastante convencional.
Un buen día a pesar de todo.

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