San Miguel (Azores). Etapa 5.Ilheu Da Vila
Después de varias jornadas recorriendo la isla, nos apetecía un plan más tranquilo y relajante: "Un día de playa".
A pesar de lo que dicen algunos viajeros, y aunque no sea su principal atractivo, San Miguel tiene playa.
Una de las más famosas es Ilheu Da Vila, un cráter volcánico separado de la costa, cuyo interior es una recoleta playa.
La forma más fácil de ir a la isla es coger un barco desde Vila Franca do Campo. En su puerto vendían los billetes a 5 euros, y a las 9:50 ya había una larga cola de bañistas esperando para navegar hasta Ilheu Da Vila. El día se prometía soleado y caluroso.
El barquito estaba llenísimo pero, por suerte, el viaje hasta la isla duró apenas 5 minutos, finalizando en un pequeño muelle a la entrada del cráter. El cráter estaba totalmente conectado con el océano, por lo que el agua del interior se encontraba a la misma temperatura que la del exterior. En la playa había baños, socorristas y escaleras escavadas en la piedra para recorrer su perímetro, y en el agua había zonas de roca y otras de arena fina.
Para mi gusto el agua estaba fría, pero mi marido y mi hijo disfrutaron muchísimo del baño.
Volvimos a Vila Franca do Campo con en el barco casi vacío, por lo que el capitán decidió deleitarnos saltando sobre las olas.
Tomamos un café en la agradable terraza del Restaurante Atlántico, donde nos dieron a probar las famosas queijadas.
Compramos bebida y pan en un supermercado bastante cochambroso, y de vuelta a Ponta Delgada decidimos parar en un mirador en Caloura, a comer un bocadillo de jamón ibérico...(sin palabras).
Por la tarde teníamos pensado volver a la zona de Sete Cidades y ver los lagos de Canario y Empanadas, que la niebla nos impidió visitar el primer día. La vista del Lago de Sete Cidades lucía de nuevo preciosa:
Pasamos por el supermercado a comprar algo de comida y una piña azoriana para comerla en Madrid. Resulto muy dulce y muy rica.
Para cenar teníamos una reserva en un vegetariano, Rotas de Ilha Verde, a las 21:00. Cenamos fenomenal, ya que era un restaurante con muchísimo encanto entre romántico y hippie, además de cierto toque de dejadez que caracterizaba la isla. Tomamos humus, canelones de berenjenas y tajín de cuscús con garbanzos y frutos secos. De postre comimos tarta de chocolate y tarta de queso con frutos rojos (Total 35€ incluyendo dos cervezas).
Lo más sorprendente a estas alturas era el maravilloso comportamiento de mi hijo, que con a penas dos años y medio, se estaba portando infinitamente mejor que un año antes en la Toscana (El bizcocho de chocolate seguro que tenía alguna relación con este hecho).
Fin a otro día magnifico en San Miguel.
A pesar de lo que dicen algunos viajeros, y aunque no sea su principal atractivo, San Miguel tiene playa.
Una de las más famosas es Ilheu Da Vila, un cráter volcánico separado de la costa, cuyo interior es una recoleta playa.
La forma más fácil de ir a la isla es coger un barco desde Vila Franca do Campo. En su puerto vendían los billetes a 5 euros, y a las 9:50 ya había una larga cola de bañistas esperando para navegar hasta Ilheu Da Vila. El día se prometía soleado y caluroso.
El barquito estaba llenísimo pero, por suerte, el viaje hasta la isla duró apenas 5 minutos, finalizando en un pequeño muelle a la entrada del cráter. El cráter estaba totalmente conectado con el océano, por lo que el agua del interior se encontraba a la misma temperatura que la del exterior. En la playa había baños, socorristas y escaleras escavadas en la piedra para recorrer su perímetro, y en el agua había zonas de roca y otras de arena fina.
Para mi gusto el agua estaba fría, pero mi marido y mi hijo disfrutaron muchísimo del baño.
Volvimos a Vila Franca do Campo con en el barco casi vacío, por lo que el capitán decidió deleitarnos saltando sobre las olas.
Tomamos un café en la agradable terraza del Restaurante Atlántico, donde nos dieron a probar las famosas queijadas.
Mariana Reis
Nos gustaron tanto que fuimos a la casa donde las hacían, "Queijadas do Morgado", y compramos unas cuantas para traerlas a la península (5€ la caja de 6).Compramos bebida y pan en un supermercado bastante cochambroso, y de vuelta a Ponta Delgada decidimos parar en un mirador en Caloura, a comer un bocadillo de jamón ibérico...(sin palabras).
Por la tarde teníamos pensado volver a la zona de Sete Cidades y ver los lagos de Canario y Empanadas, que la niebla nos impidió visitar el primer día. La vista del Lago de Sete Cidades lucía de nuevo preciosa:
Pero no pudimos visitar los otros dos lagos ya que habían cerrado el acceso a las 16:00, no obstante las vistas de la isla regresando a Ponta Delgada eran fabulosas. ¡Estábamos en Hobbiton!
Pasamos por el supermercado a comprar algo de comida y una piña azoriana para comerla en Madrid. Resulto muy dulce y muy rica.
Para cenar teníamos una reserva en un vegetariano, Rotas de Ilha Verde, a las 21:00. Cenamos fenomenal, ya que era un restaurante con muchísimo encanto entre romántico y hippie, además de cierto toque de dejadez que caracterizaba la isla. Tomamos humus, canelones de berenjenas y tajín de cuscús con garbanzos y frutos secos. De postre comimos tarta de chocolate y tarta de queso con frutos rojos (Total 35€ incluyendo dos cervezas).
Lo más sorprendente a estas alturas era el maravilloso comportamiento de mi hijo, que con a penas dos años y medio, se estaba portando infinitamente mejor que un año antes en la Toscana (El bizcocho de chocolate seguro que tenía alguna relación con este hecho).
Fin a otro día magnifico en San Miguel.
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