San Miguel (Azores). Etapa 6. En busca de las ballenas

Antes de las 9:00 había que devolver el coche de alquiler en el centro de Ponta Delgada y después, a las 9:30, teníamos concertado un viaje en barco para avistar ballenas, por lo que teníamos el tiempo muy justo.
Encontramos un aparcamiento en la puerta de la empresa de alquiler de coches, y mi marido cruzó la calle para aparcar, con tan mala suerte que un policía nos recriminó haber incumplido varias normas de tráfico. Pusimos cara de turistas torpes, pero no se le ablandó ni un poquito el corazón hasta que no vio a mi hijo en la sillita de bebé, y solo entonces procedió a guardar la libreta de las multas.
Nos disculpamos mil veces, y salimos del trance sin una "receta".
Tras este episodio lamentable, y devolver el coche sin más incidencias, corrimos hasta el puerto donde embarcábamos en un pequeño catamarán para buscar ballenas. Lo contratamos con la empresa FUTURISMO, una de las muchas compañías que prosperan en San Miguel al calor del  "whale watching". Casi todas las empresas garantizan el avistamiento de cetáceos, siempre delfines y a veces ballenas. Futurismo era la que nos inspiraba mayor confianza de las que operaban en Ponta Delgada, y elegimos el catamarán frente a las zodiacs ya que parecía más seguro para un niño de dos años. Según la opinión de mi hermana que ha trabajado con cetáceos, es mucho más respetuoso para los animales hacer los avistamientos en barcos más grandes ya que las zodiacs se acercan demasiado.
La oficina estaba atestada de turistas a las 09:30 porque partían numerosas excursiones a esa hora: avistamiento de cetáceos en catamarán y en zodiac, natación con delfines y excursiones por mar a Ilheu da Vila.
Nos subimos en el barco y tras una pequeña charla de seguridad, en portugués e inglés, comenzamos a navegar. Las condiciones no eran las mejores, el catamarán se desplazaba hacía el oeste, enfrentando las olas perpendicularmente, lo que hacía que el barco diera grandes saltos sobre el agua.

Tomamos posiciones sentados en la cubierta, aunque soplaba un vientecillo desagradable, mientras recorríamos la costa buscando señales de ballenas, concretamente de cachalotes. Las Azores reciben visitas de varias especies de ballenas en sus migraciones, pero en agosto lo habitual es ver tan sólo las especies residentes, los cachalotes, que además no son fáciles de ver ya que pasan gran parte del tiempo a grandes profundidades.
Tras casi dos horas buscando las ballenas el capitán decidió regresar a Ponta Delgada, lo que agradecí ya que me encontraba extremadamente mareada.
Además por los acantilados del extremo oeste de la isla descendían unas amenazantes nubes de lluvia, y cuando pasamos a la altura de Ilheu da Vila Franca Campo la lluvia era bastante intensa.

La jornada mejoró bastante ya que íbamos a favor de las olas y el trayecto fue muy tranquilo. Además la ligera lluvia que nos acompañaba hizo que la mayor parte del pasaje se refugiara dentro del catamarán, por lo que había mucho más espacio en cubierta. Y por fin vimos muchísimos delfines...primero un gran número de delfines comunes:
Y posteriormente una gran familia de "golfiños",  de color muy oscuro, más pequeños y con el vientre blanco:
La empresa garantiza ver cetáceos, y los delfines están asegurados, pero las ballenas son mucho más difíciles de avistar.
Regresamos a puerto bajo una fina lluvia, tras un viaje de casi cuatro horas, y decidimos buscar un sitio donde comer. En el mismo centro de Ponta Delgada entramos en un restaurante chino "MUSAXI". Se trataba de un restaurante donde por 8,50 € podías pedir todos los platos de la carta, carta plagada de los típicos platos de un restaurante chino-falso-japones de cualquier esquina de Europa. Aprovechamos la oportunidad y comimos muchísimo....Luego tomamos un café en la terraza de la cafetería "CENTRAL" en frente de la iglesia, con un servicio regular y el café solo pasable.
Volvimos paseando al Hotel por el paseo marítimo y aprovechamos para hacer unas compras típicas: té verde y mermelada de piña.
Por la noche, tras un merecido descanso en el hotel, volvimos a cenar al restaurante Sao Pedro: Albacora  a la portuguesa y filetes (de un pescado parecido al lenguado) con salsa de plátano. Evitamos el vino blanco y nos decantamos por unas cervezas fresquitas y menos "cabezonas". De postre pedimos de nuevo bizcocho de chocolate con vainilla, porque el niño se había portado de nuevo fenomenal.
Tras la cena...a la "piltra", que nunca me he caracterizado por trasnochar.


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