San Miguel (Azores). Etapa 7. Regreso a la Península.
Pasamos la última mañana en San Miguel paseando por Ponta Delgada.
Primero fuimos a ver el Jardín Botánico Antonio Borges, al que nos costó un poco acceder ya que no encontrábamos la puerta. Ponta Delgada tiene varios jardines esplendorosos que crecen exuberantes debido a la climatología de la isla.
El jardín Antonio Borges no era muy grande pero estaba precioso, muy bien cuidado y tenía un buen parque infantil, que hizo las delicias de mi hijo.
De allí fuimos al centro comercial de Ponta Delgada, que a parte de una ballena que lo adorna, es idéntico a los centros comerciales españoles...las mismas tiendas de las mismas grandes marcas, y los baños creados por los mismos diseñadores (puedes hacer pis con la misma confianza en Pinto, en Toledo y en Ponta Delgada).
La zona que rodeaba el centro comercial era residencial y con mucho mejor aspecto que las callejuelas cercanas al puerto y al fallido casino. Volvimos al centro de Ponta Delgada con la idea de recorrer varias tiendas a la búsqueda del "souvenir": compramos un par de camisetas infantiles y un marcapáginas. Mi hijo eligió una postal de la caldera humeante de Furnas, recordando que "aquí huele a huevo podrido".
Repasamos por última vez las calles de Ponta Delgada:
Comimos en el burguer king, y probamos un helado de GORREANA (en español es un nombre poco afortunado). Unos helados locales que produce la marca más famosa de té de la isla, cuya fabrica está cerca de Porto Formoso.
Tomamos el sorbete de frambuesa que estaba bastante rico, con un sabor muy natural y refrescante. De vuelta al hotel volvimos a ver dos grandes pinturas del festival de arte callejero de las Azores WALK &TALK. Toda Ponta Delgada esta llena de estas obras, que mejoran y enriquecen una ciudad con zonas tristes y deprimidas.
Recogimos nuestras maletas a la espera del autobús que nos llevara al pequeño aeropuerto de Ponta Delgada...EL FINAL DE UN VIAJE...¡qué sensación agridulce!
Primero fuimos a ver el Jardín Botánico Antonio Borges, al que nos costó un poco acceder ya que no encontrábamos la puerta. Ponta Delgada tiene varios jardines esplendorosos que crecen exuberantes debido a la climatología de la isla.
El jardín Antonio Borges no era muy grande pero estaba precioso, muy bien cuidado y tenía un buen parque infantil, que hizo las delicias de mi hijo.
De allí fuimos al centro comercial de Ponta Delgada, que a parte de una ballena que lo adorna, es idéntico a los centros comerciales españoles...las mismas tiendas de las mismas grandes marcas, y los baños creados por los mismos diseñadores (puedes hacer pis con la misma confianza en Pinto, en Toledo y en Ponta Delgada).
La zona que rodeaba el centro comercial era residencial y con mucho mejor aspecto que las callejuelas cercanas al puerto y al fallido casino. Volvimos al centro de Ponta Delgada con la idea de recorrer varias tiendas a la búsqueda del "souvenir": compramos un par de camisetas infantiles y un marcapáginas. Mi hijo eligió una postal de la caldera humeante de Furnas, recordando que "aquí huele a huevo podrido".
Repasamos por última vez las calles de Ponta Delgada:
Comimos en el burguer king, y probamos un helado de GORREANA (en español es un nombre poco afortunado). Unos helados locales que produce la marca más famosa de té de la isla, cuya fabrica está cerca de Porto Formoso.
Tomamos el sorbete de frambuesa que estaba bastante rico, con un sabor muy natural y refrescante. De vuelta al hotel volvimos a ver dos grandes pinturas del festival de arte callejero de las Azores WALK &TALK. Toda Ponta Delgada esta llena de estas obras, que mejoran y enriquecen una ciudad con zonas tristes y deprimidas.
Recogimos nuestras maletas a la espera del autobús que nos llevara al pequeño aeropuerto de Ponta Delgada...EL FINAL DE UN VIAJE...¡qué sensación agridulce!
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