Alsacia y Selva Negra. Día 2. Un poquito de Alsacia

"Ya son las ocho, todos arriba."

Salimos bien temprano del apartamento, y nuestras barrigas rugían porque no teníamos nada que desayunar.

La  mañana nos había traído una desagradable sorpresa, la bebé tenía febrícula, apenas unas décimas, pero no auguraba nada bueno.

Cerca del apartamento no vimos ninguna cafetería abierta con buen aspecto, por lo que decidimos iniciar ruta y desayunar en nuestro primer destino: el  Chateau du Haut-Koeningsbourg.

Chateau du Haut-Koeningsbourg

Llegamos a primerísima hora y pudimos aparcar junto a la puerta del Castillo. Antes de entrar pensamos desayunar en una terraza frente a la inmensidad del valle del Rin, pero por desgracia la vista estaba impedida por una tenaz bruma. Mientras esperábamos nuestros primeros cruasanes franceses (croissant si se prefiere)  tuvimos el encontronazo inicial con un depredador que ya no nos abandonaría durante el viaje: LAS AVISPAS. Tomando el café descubrimos que nuestro hijo de 4 años ha desarrollado un miedo feroz por este insecto. Tras un espectáculo bochornoso de gritos, huidas y carreras al más puro estilo "españolturistagritónporeuropa", nos fuimos a las taquillas para acceder al Castillo.

Las entradas nos costaron 18€, sin que los pequeños pagaran, y la visita fue de lo más interesante. 

Se trataba de un castillo que fue totalmente reconstruido a principios del siglo XX, como símbolo de la recuperación de la Alsacia por parte de Alemania, pero cuyo edificio original databa del siglo XII. 

El resultado huele a Edad Media...

 Chateau du Haut-Koeningsbourg

Esta visita fue uno de los grandes aciertos del viaje.

Tras ver sus jardines "medievales" seguimos camino con la idea de visitar varios pueblos de la Alsacia. El primero de ellos, Ribeauvillé, uno de los más conocidos.

Este turístico pueblo se encuentra rodeado de viñedos, donde se producen famosísimos vinos. El pueblo tiene una calle preciosa llena de edificios típicos alsacianos, pero me resultó muy incomoda la visita. Esta calle principal es estrecha, sin aceras y, a pesar de haber cientos de turistas, no estaba cortada al tráfico.
  Grand Rue, Ribeauvillé

  Grand Rue, Ribeauvillé
Pasear con el carrito por la Grand Rue de Ribeauvillé fue toda una odisea. Aprovechamos para tomar un par de cafés y un pastelito de chocolate, carísimo pero delicioso, y en una panadería "medieval" compramos  un brezel y una tosta de pan negro con cebolla, beicon y queso munster.

Pero aunque era temprano, el día empezaba a hacer mella en mis pequeños, apretaba el calor y decidimos volver a comer al apartamento, previa compra en un supermercado de Colmar. (Quedaban pendientes Riquewihr y Eguisheim, y sólo serían algunos de los planes que pospondríamos para  mejor ocasión).

Además de macarrones con tomate y chorizo picante francés, nos tomamos la tostada con queso munster comprada en Ribeauvillé, calentada en el horno, que estaba espectacular, todo acompañado de un vino blanco riesling de la zona.

Después de la comida la bebé ya tenía fiebre. Tras darle apiretal y una buena siesta, decidimos salir a pasear por Colmar una vez que empezaba a refrescar algo.

Pasamos por la FNAC para comprar un mapa de carreteras de la Selva Negra,  y luego tomamos un trenecito turístico. Eso nos permitía ver un poquito del centro de la ciudad y a la vez que los niños fueran contentos ("Las cosas que hago por amor").

Nos costó 13€, pagando sólo los dos adultos.

Una vez finalizado el paseo decidimos cenar en una terraza en pleno centro de Colmar, la Brasserie Schwendi, que a pesar de su posición mediocre en tripadvisor nos pareció una comida más que aceptable. Probamos por primera vez la pizza alsaciana (tarta flambeé o flammkuchen), un masa fina de pan con crema agria, cebolla, champiñón y beicon,  y un rosti de patatas con queso, carne de cerdo y mostaza (37,40 €, con 3 cervezas alemanas y un zumo de naranja)

La comida alsaciana y su gemela de la Selva Negra nos parecieron bastante ricas pero poco variadas.

 Tarta flambeé

Rosti con cerdo y mostaza

Después de la cena nos dimos un paseo a pie por Colmar por los lugares más emblemáticos del centro: la pequeña Venecia, la casa de las cabezas...

Collégiale St. Martin, Colmar

 La Pequeña Venecia, Colmar

Finalmente, junto a la Maison Pfister, nos tomamos un rico sorbete de limón verde con jengibre en la Sorbetería de Isabelle, antes de volver al apartamento.



Maison Pfister, Colmar

Cuando los niños y yo estábamos en la cama, mi marido se fue a hacer una sesión nocturna de fotos, lo que aprovechó para tomarse un nuevo sorbete, esta vez de naranja sanguina.

La Pequeña Venecia, Colmar


La Pequeña Venecia, Colmar

El día había resultado intenso, pero las perspectivas no eran buenas por la fiebre de mi hija.

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