Alsacia y Selva Negra. Día 5.La Selva Negra más turística.

Hoy teníamos previsto ir al centro de la Selva Negra, visitando alguno de sus puntos más famosos.

Prometimos a mi hijo hacer alguna visita en la que pudiera ver animales, por lo que aunque inicialmente no estaba planeado,  nuestra primera parada fue el Museo al Aire Libre Vogtsbauernhof
Granja de 1612. Foto procedente de http://es.vogtsbauernhof.de/
Se trata de un museo etnográfico al aire libre, con varias granjas históricas, donde puede apreciarse la forma de vida de los granjeros de la selva negra en los últimos siglos. Es un museo muy bien pensado para los niños, ya que cuenta con numerosas actividades destinadas a ellos, un parque infantil y muchos animales de granja.
El acceso nos costó 9,00 € a cada adulto, pero los pequeños no pagaron. Los niños disfrutaron mucho de la mañana al aire libre, y de poder ver las ovejas, las ocas, las vacas, los caballos etc. Además compramos un silbato de madera típico de la selva negra, cuya fabricación artesanal podía verse en el museo.

Silbato de madera fabricado en Vogtsbauernhof
Animales de granja


Aunque la temática no sea muy atractiva es un museo con mucho éxito entre los turistas, sobre todo entre los más pequeños pero también entre los más mayores.

Al final de la mañana comenzó a llover suavemente y decidimos quedarnos a comer en el propio restaurante del museo. Tomamos carne de ternera cocida con salsa de frutos rojos, y un escalope de cerdo con Spätzle, pasta cortada a mano que encontramos en muchos restaurantes de la zona.
Ternera con salsa de frutos rojos
Escalope de cerdo con Spätzle
Y probamos nuestro primer y último trozo de tarta Selva Negra. El famoso postre estaba rico, pero tenía una gran cantidad de nata, de la que no soy muy aficionada. Probamos otras tartas con fruta natural muchísimo más ricas en el vieja por Alemania.
En total, con dos cervezas y agua, la comida nos costó 31 €.
Tarta Selva Negra
En el restaurante del museo todas las camareras iban vestidas con el traje típico de la zona, pero lo más curioso es que esto fue una constante en todos los restaurantes donde comimos durante el viaje por la Selva Negra.
Muy cerca del museo había un tobogán de montaña, concretamente el Rodelbahn de Gutach. Se trataba de una especie de trineo en el que podían ir dos personas, que se deslizaba a toda velocidad por unos raíles instalados en la montaña. Cada bajada costaba 2,50€ los adultos y 2,00€ los niños, pero sólo hicieron una bajada mi marido y mi hijo, ya que no era apto para bebés, y además había muchísima gente. Tuvieron que esperar al menos media hora entre comprar la entrada y coger un vagón.
 Según cuentan el descenso era espectacular, y de hecho el pequeño bajó algo  "preocupado".
Rodelbahn Gutach
Nuestro próximo destino era Triberg, uno de los puntos turísticos más famosos de la Selva Negra. Y su fama se correspondía con la cantidad de gente que abarrotaba sus calles. Pasamos de largo de las tiendas de regalos y de los relojes de cuco que han hecho este pueblo mundialmente conocido, para dirigirnos directamente a sus famosísimas cascadas, dicen que las más altas de Alemania.
Entramos por un punto bastante alto, y para acceder tuvimos que abonar 4 € cada adulto, lo que me pareció bastante caro. Las cascadas eran bonitas, pero el efecto quedaba empañado por los numerosísimos turistas que había en el paraje (La calle Preciados de los espacios naturales).
Cascadas de Triberg
Cascadas de Triberg (experimentos de efecto seda)
Estábamos bastante cansados y el ambiente poco relajante del lugar nos invitó a abandonar Triberg, el único sitio realmente masificado que vimos durante nuestro viaje. 
De camino teníamos previsto parar en otro famoso pueblo de la Selva Negra, Schiltach. El pueblo, o lo que vimos desde el coche, era bastante bonito, lleno de casas de entramados de madera con flores en los balcones y un atractivo río. Pero los pequeños iban dormidos en el coche, por lo que decidimos seguir camino.
Schiltach. Foto procedente de http://www.schiltach.de
No obstante paramos en Alpirsbach, pueblo con una antigua abadía cuna de la cerveza más famosa de la zona. En la cervecera se organizaban visitas, pero sólo en alemán (incluidas en nuestra tarjeta turística), por lo que paramos brevemente para hacer unas compras y seguimos camino al apartamento.


Finalizamos el intenso día en la piscina ...el viaje había mejorado muchísimo.

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