Alsacia y Selva Negra. Día 7. Ruinas mágicas y pueblos de cuento.
Nuestra última ruta en coche por algunos de los puntos imprescindibles de la Selva Negra.
El día se presentó muy nublado, y la lluvia no nos abandonó en toda la jornada. Para comenzar nos subimos en el coche dirección Allerheiligen. El camino hasta allí trascurrió por una estrecha carretera, con numerosas curvas, entre la niebla y la lluvia. Cuando llegamos a la abadía llovía intensamente por lo que nos refugiamos en una cafetería a la espera de que cesara.
Tras una agradable espera y viendo que no aflojaba decidimos no posponer más la visita a las ruinas de la abadía.
Klosterhof Allerheiligen |
Dimos un bonito paseo entre las ruinas pero no nos atrevimos a bajar hasta las cascadas que hay un poco más abajo debido al mal tiempo. Por lo que seguimos camino hasta Oberkirch, donde teníamos planeado visitar otras ruinas, las de Schauenburg. El tiempo seguía desapacible, y cuando llegamos al parking la bebé dormía en el coche, por lo que sólo hicieron la visita mi hijo y mi marido.
Ruinas de Schauenburg, Oberkirch |
Entre la niebla las ruinas les parecieron mágicas, pero no pudieron disfrutar de las vistas del valle del Rín que ofrecía la zona.
Nuestro siguiente objetivo era Gengenbach, uno de los pueblos más famosos de la Selva Negra. Es precioso y su fama reside, entre otros motivos, en que en el mismo se rodaron algunas escenas de "Charlie y la Fábrica de Chocolate". Aparcamos en una zona de pago justo a la entrada del "casco antiguo".
Gengenbach |
La "Garrapata imperial" Gengenbach |
Era domingo por lo que la oficina turística estaba cerrada, y la lluvia mantenía las calles bastante vacías de turistas. Buscamos un restaurante que recomendaba la guía Lonely Planet, que estaba escondido en una pequeña placita peatonal.
Fue una de las mejores comidas que tomamos en Alemania: sopa de semola, flammkuchen y pollo mafiosi (a la brasa con beicon), de postre apfelstrudel muy caliente y cerveza 39 euros en Winzerstüble.
Para bajar la comida seguimos paseando por las calles aledañas a la plaza principal, aunque el adoquinado resultaba bastante incómodo con el carrito de bebé. Las casas de entramado de madera estaban fabulosamente conservadas.
Gengenbach |
Gengenbach |
Hicimos unas pequeñas compras en la única tienda abierta, un trapo de cocina (ya que en el apartamento no había) y un bote-vaca del que se encaprichó mi hijo (uno de esos botes con agujeros en la parte superior que al girarlos suenan como una vaca que muge).
La lluvia no cesaba por lo que el paseo se estaba complicando bastante, así que decidimos coger el coche de vuelta a Baiersbronn.
Habíamos disfrutado de otro día fabuloso, aunque pasado por agua, en la Selva Negra.
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