Sur de Inglaterra. Día 1. Acantilados Blancos

A las 4:30 de la mañana sonó el despertador,  debíamos estar en Barajas antes de las  6 de la mañana, ya que el vuelo salía a las 6:55.
Intentamos llevar dormidos a los niños al coche, pero resultó del todo imposible. Sobre las 05:30 entrábamos en el aparcamiento de Bajo Coste de la Terminal 4 de Barajas (58 € los 10 días).
En ese momento recibí un mensaje con malas noticias del curro, que muy a mi pesar ya empañaron el resto del viaje (Aunque a esa hora no parecía tan grave como posteriormente se fue confirmando, y es que debo confesar que no pude desconectar en todas las vacaciones. Twitter echaba fuego...estuvo a punto de costarme el divorcio).
El vuelo fue bastante agradable y la bebé sólo estuvo temosa los últimos minutos, durante el descenso. Una vez en Heathrow recogimos el coche en Budget, muy cómodo en la misma terminal 5, pero la mujer que nos atendió nos puso algunos problemas con el tamaño del vehículo. Habíamos alquilado, a través de Rentalcars durante 10 días un C4 Picasso  (llevábamos 4 maletas y un carro) y nos estuvo ofreciendo vehículos más pequeños. No di mi brazo a torcer hasta que finalmente se "acordó" de que tenía un Ford Cmax disponible. No me gustaron nada las dificultades que nos puso...el alquiler nos salió finalmente bastante caro, ya que había que añadir dos sillas de niño y un segundo conductor durante 10 días. Mi marido no estaba dispuesto a conducir el sólo todos los días, sobre todo si eso suponía perderse alguna "ale".
Una vez subidos en el coche, tras acoplar las maletas y las sillas de los niños, partimos dirección el parque natural de las Seven Sisters.
Beachy Head, desde Belle Tout, Eastbourne
Tras dos horas de coche llegamos, aproximadamente sobre las 12 de la mañana, a East Dean, un pequeño pueblo cercano al mar, donde hicimos una parada técnica para comer.
Tiger Inn, East Dean


En una soleada pradera nos sentamos en un pub a tomar nuestra primera comida en tierras inglesas, el Tiger Inn. Comimos agradablemente al sol una fabulosa hamburguesa, pimiento relleno de verdura con cuscus, y jamón cocido.
Tras reponer fuerzas, nos dirigimos a Birling Gap, un centro de recepción de turistas, con aparcamiento de pago, cafetería y acceso tanto a la playa como a varias rutas a lo largo de los acantilados blancos de las Seven Sisters.




Nos decantamos por la ruta al faro Belle Tout, de apenas 1, 8 millas, por unas preciosas praderas al borde de los acantilados. Fue paseo espectacular, que nos sirvió para desentumecer los músculos después del largo viaje.

Seven Sisters
Belle Tout
Beachy Head desde Belle Tout
Llegamos hasta el faro, y decidimos volver ya que a pesar del resplandeciente sol, el viento arreciaba. Por ello volvimos a Birling Gap a tomar un café y un trozo de tarta de chocolate. La cafetería estaba en el borde del acantilado, y la terraza tenía unas magníficas vistas, Y en el acogedor interior había muchísimos juguetes para los pequeños.
Nos quedamos sin fuerzas para bajar a la playa de cantos rodados donde algunos ingleses tomaban el sol en traje de baño.

Seven Sisters, Birling Gap
Decidimos ir al  Bed and Breakfast de Eastbourne sin más paradas, ya que estábamos realmente cansados. En el Bed and Breakfast no nos esperaba nadie, teníamos las llaves en un sobrecito en la entrada. Era una casa antigua con varias habitaciones, y un patio trasero con bastante encanto.


Tras acomadarnos y ducharnos, decidimos caminar por el paseo marítimo de Eastbourne. Pensaba que la ciudad sería una versión inglesa de Torrevieja, pero el paseo tenía cierta belleza añeja, con aire victoriano.
Había bastante gente en la playa aprovechando el sol, e incluso bañándose a pesar del ventoso día. La playa, en lugar de fina arena, era de unos pedruscos bastante desagradables, yo no me hubiera bañado allí ni loca.
Andamos hasta el muelle, el pier de Easbourne, agradable pero con poco ambiente.
Pier, Eastbourne
Pier, Eastbourne
Eastbourne
Tras el paseo cenamos en un Fish and Chips, Holiday Inn,  cerca de la playa, y a pesar de que estaba atestado, y de que tenía muy buenas críticas, nos resultó decepcionante. Salvo el bacalao, que estaba muy rico, las patatas, las salchichas y el pollo, eran fritanga en el peor sentido. De todas formas los camareros y cocineros eran muy agradables y nos dieron palique en su extraño inglés (eran de Madeira). Supongo que la clave en estos sitios es ceñirse al pescado, que estaba bastante bueno.
Nos fuimos a dormir, después de un día agotador. Yo estaba de un humor muy desagradable, sin poder olvidarme del curro.

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