Visita fugaz a León
Tras unos cuantos meses sin poder salir de viaje, hemos retomado la carretera, para hacer una visita de fin de semana a la ciudad de León.
Salimos de Madrid un poco antes de las cuatro, y a las siete y media llegábamos a la ciudad.
Paramos a medio camino, cerca Tordesillas, en uno de esos bares de carretera que no han cambiado en 50 años. Creo que David Lynch descartó este bar como localización para Twin Peaks por ser demasiado perturbador. La barra era de un indescriptible contrachapado de madera, varios cuadros horrendos de pondencos colgaban de las paredes, un señor momificado echaba la tarde en una esquina del comedor, y el camarero aprovechaba entre cliente y cliente para limpiar el baño, por lo que servía las cañas con los guantes de fregar (el inodoro) puestos.
Paramos a medio camino, cerca Tordesillas, en uno de esos bares de carretera que no han cambiado en 50 años. Creo que David Lynch descartó este bar como localización para Twin Peaks por ser demasiado perturbador. La barra era de un indescriptible contrachapado de madera, varios cuadros horrendos de pondencos colgaban de las paredes, un señor momificado echaba la tarde en una esquina del comedor, y el camarero aprovechaba entre cliente y cliente para limpiar el baño, por lo que servía las cañas con los guantes de fregar (el inodoro) puestos.
Uno de esos sitios horribles en los que a los niños les encanta merendar, pasar al baño y chupar las mesas... Esos sitios que fortalecen su sistema inmunológico.
Por fin llegamos a León.
Reservamos dos noches un apartamento turístico a través de Airbnb, y no podía haber sido mejor. Situado entre la Catedral y San Isidoro, en el barrio romántico, era realmente cómodo y acogedor.
Nada más llegar fuimos a dar un corto paseo por los alrededores. El barrio romántico ya iba ganando ambiente y nos sentamos en una terracita a cenar. Tomamos unas cañas con sus correspondientes tapas en el Patio. Era un local muy agradable con un patio muy sugerente, donde los niños lo pasaron fenomenal. Las tapas eran normalitas, cenamos a base de croquetas, patatas bravas, pinchos morunos (tenían Grimbergen de grifo).
En León ponen tapas abundantes con la bebida, pero si queréis cenar de tapas, mejor pedir cortos que cañas (siempre a discreción de las tragaderas de cada cual).
En León ponen tapas abundantes con la bebida, pero si queréis cenar de tapas, mejor pedir cortos que cañas (siempre a discreción de las tragaderas de cada cual).
Muy cansados nos volvimos a dormir al apartamento. Solo nos separaban cincuenta metros hasta nuestra tranquila placita.
A la mañana siguiente teníamos dos planes: ver la Catedral y el Museo de San Isidoro. Y no sabíamos que tal iban a llevar los peques (de 6 y 2 años) este tipo de visitas culturales.
Entramos en la catedral sobre las 10 de la mañana, el día era soleado pero fresco, y no había muchos turistas. La entrada a la catedral cuesta 6 euros, pero es gratis para los niños.
¿Sabéis esos lugares tan hermosos que hacen que se te salten las lágrimas? Eso sentí cuando entre en la catedral de León (no sé si esto es un caso de síndrome de Stendhal). El exterior de la catedral es atractivo pero, por dentro, abruma la altura, el color y la luz de sus vidrieras. En mi caso fue como si me absorbiera un remolino y me dejara en la edad media. Las interminables paredes de color, crean un ambiente sobrecogedor.
Mi hijo estaba encantado de la visita, hasta que se percató de que lo que había en las paredes (en los arcosolios) eran tumbas. Se imaginaba los zombis saliendo de los sarcófagos y persiguiéndonos por León. Dejamos la catedral para ver el museo y el claustro (3 euros con la entrada de la catedral).
Es curioso que la educación laica de los niños haga que no conozcan la mayor parte de las historias que se esconden detrás del arte sacro. Independientemente de las ideas religiosas de cada cual creo que estamos perdiendo algo muy valioso de nuestra cultura.
Tras el museo, repusimos fuerzas con un café en un bar frente al parque del Cid Campeador, el bar Gala. Para acompañar los cafés nos pusieron: un sandwich mixto, dos mini bollos preñados de chorizo y unas patatas alioli. ¡Qué grande León!
Hicimos unas compras en el mercadillo de artesanía que había entre la muralla y la Casa Botines, y nos dirigimos a San Isidoro. Entramos al museo (5 euros los adultos y gratis los niños). No sabíamos que la visita era guiada, de 45 minutos.
Primero nos llevaron a ver el Cáliz de Doña Urraca, expuesto en una curiosa salita a la que se sube por una estrecha escalera de caracol. Nos explicaron la leyenda tras el cáliz de ónice, por lo que luego tuve que poner al día someramente a Iván de lo que es el Santo Grial (Siempre puede recurrir a Indiana Jones o al Código Da Vinci).
Luego visitamos los frescos del panteón, que son espectaculares. Alejandra estaba cansada de tanta visita mientras Iván miraba de reojo los sarcófagos de la realeza leonesa, por si también se abrían.
Tras finalizar la mañana cultural, volvimos a comer al apartamento, y tras un breve descanso, nos dirigimos al Palacio de Botines a coger el tren turístico. Los peques lo pasaron fenomenal, pero estuvieron apunto de salir volando, ya que el conductor iba a una velocidad infernal por las calles leonesas.
Para merendar café, un fabuloso helado de regaliz y un crepé con nutela, en una heladería estupenda junto al apartamento. (Holy Cow) ESPECTACULAR.
Tras la ducha fuimos a pasear por el Barrio Húmedo, muy famoso por su ambiente y sus tapas. Pero he de confesar que a las ocho de la tarde del sábado había un exceso de despedidas de soltero y de borrachos. No era el ambiente más recomendable para ir con niños. Visitamos la plaza mayor, y volvimos hacía la Calle Ancha y el Barrio Romántico. Antes cenamos una rica tabla de embutidos en el Capricho.
Y para finalizar el día, una cerveza en La Céltica, el único sitio de León donde como tapa servían aceitunas y panchitos. pero tenían un montón de cervezas de grifo. Bebimos Leffe Blonde e IPA Super 8... a dormir.
A la mañana siguiente fuimos a tomar un café al Parador de San Marcos, que habíamos ya visto desde el trenecito. Supongo que ya conocéis la experiencia de tomar algo en un Parador, café regular a un precio desorbitado, pero el edificio era impresionante.
Vuelta a casa sin incidencias...qué bien sabe viajar.
Es curioso que la educación laica de los niños haga que no conozcan la mayor parte de las historias que se esconden detrás del arte sacro. Independientemente de las ideas religiosas de cada cual creo que estamos perdiendo algo muy valioso de nuestra cultura.
Tras el museo, repusimos fuerzas con un café en un bar frente al parque del Cid Campeador, el bar Gala. Para acompañar los cafés nos pusieron: un sandwich mixto, dos mini bollos preñados de chorizo y unas patatas alioli. ¡Qué grande León!
Hicimos unas compras en el mercadillo de artesanía que había entre la muralla y la Casa Botines, y nos dirigimos a San Isidoro. Entramos al museo (5 euros los adultos y gratis los niños). No sabíamos que la visita era guiada, de 45 minutos.
Primero nos llevaron a ver el Cáliz de Doña Urraca, expuesto en una curiosa salita a la que se sube por una estrecha escalera de caracol. Nos explicaron la leyenda tras el cáliz de ónice, por lo que luego tuve que poner al día someramente a Iván de lo que es el Santo Grial (Siempre puede recurrir a Indiana Jones o al Código Da Vinci).
Luego visitamos los frescos del panteón, que son espectaculares. Alejandra estaba cansada de tanta visita mientras Iván miraba de reojo los sarcófagos de la realeza leonesa, por si también se abrían.
Tras finalizar la mañana cultural, volvimos a comer al apartamento, y tras un breve descanso, nos dirigimos al Palacio de Botines a coger el tren turístico. Los peques lo pasaron fenomenal, pero estuvieron apunto de salir volando, ya que el conductor iba a una velocidad infernal por las calles leonesas.
Para merendar café, un fabuloso helado de regaliz y un crepé con nutela, en una heladería estupenda junto al apartamento. (Holy Cow) ESPECTACULAR.
Tras la ducha fuimos a pasear por el Barrio Húmedo, muy famoso por su ambiente y sus tapas. Pero he de confesar que a las ocho de la tarde del sábado había un exceso de despedidas de soltero y de borrachos. No era el ambiente más recomendable para ir con niños. Visitamos la plaza mayor, y volvimos hacía la Calle Ancha y el Barrio Romántico. Antes cenamos una rica tabla de embutidos en el Capricho.
Y para finalizar el día, una cerveza en La Céltica, el único sitio de León donde como tapa servían aceitunas y panchitos. pero tenían un montón de cervezas de grifo. Bebimos Leffe Blonde e IPA Super 8... a dormir.
A la mañana siguiente fuimos a tomar un café al Parador de San Marcos, que habíamos ya visto desde el trenecito. Supongo que ya conocéis la experiencia de tomar algo en un Parador, café regular a un precio desorbitado, pero el edificio era impresionante.
Vuelta a casa sin incidencias...qué bien sabe viajar.
San Isidoro es uno de los lugares favoritos de mi madre 💜. Vaya buenoshijos turistas os han salido!/jejejeje, me encanta la apreciación de Iván de los zombies 😛. Un besito y a planificar la próxima!
ResponderEliminarPd. Lo del bar a medio camino «ma`matao!!»
siempre tengo en mente un nuevo viaje. Besitos
ResponderEliminarPD. parar en bares de carretera, eso sí que es una aventura