Día 3. Beynac-et-Cazenac. Diario del viaje al Dordoña.

Hoy vamos a visitar el precioso pueblo de Beynac, considerado uno de los  pueblos más bellos de Francia (Les Plus Beaux Villages de France). Desde el hotel está a una distancia de tan sólo dos kilómetros, pero no son fáciles de hacer andando ya que gran parte del trayecto discurre por una carretera sin arcén.

Dejamos el coche en el aparcamiento público y de pago que hay en la zona baja del pueblo. Mi hijo toma la decisión de hacer primero el paseo en Gabarra y luego subir al castillo. Al final resulta un plan excelente porque por un lado a primera hora de la mañana los niños no pagan en las gabarras, y por otro lado el día se vuelve más caluroso y el paseo en barco podría haberse complicado.
Beynac-et-Cazenac
Las Gabarras son unos pequeños barquitos con el fondo plano que recuerdan a barcos históricos que recorrían esta parte del río Dordoña con mercancías el siglo pasado. Ahora hacen trayectos turísticos, siendo los más famosos los que parten desde La Roque Gaegac. Pero por organización con los peques decidimos subir a las gabarras en Beynac que son además un poco más baratas, máxime con el talón de descuentos de PASS'Perigord que puede solicitarse por correo electrónico desde España. Hay también una tarjeta de descuento para las principales atracciones de la zona denominada Pass Visit Perigord, pero después de echar muchas cuentas, en nuestro caso no nos merecía la pena.

Pagamos 16 euros por el viaje en la gabarra en total, y disfrutamos de un precioso paseo.
Beynac-et-Cazenac

Río Dordoña, desde el Castillo de Beynac
Un guía explica la visita en francés pero a nosotros nos ofrece unos folletos en español. No obstante se esfuerza en darnos algunas pinceladas del trayecto en nuestro idioma. Esta zona de Francia es muy turística, y no hemos encontrado dificultades para que nos entiendan en inglés o en castellano. En este aspecto tenemos algún problema más en el País Vasco Francés, donde en ninguna de las casas donde nos alojamos hablan español o inglés, pero en ambos casos los dueños ponen todo su empeño para entendernos.

Desde Beynac el paseo en gabarra, que dura unos 50 minutos, nos lleva hasta un puente cercano desde el que  pueden verse los "chateaus" de Marqueysacc, Fayrac y Castelnaud.


Esta zona del Dordoña fue frontera entre Francia e Inglaterra en la guerra de los cien años, y muchos de estos "castillos" eran plazas fuertes de alguno de sus ejércitos.
Terminamos de nuevo en el embarcadero y a la pequeña se le ha hecho un poco largo. Decidimos subir andando hasta el castillo (ERROR), pero antes paramos en la oficina de turismo de Beynac donde compramos una figura de princesa y una espada de gomaespuma (primer arma medieval del viaje, que no la última). Luego nos tomamos unos cafés (regulares y caros) en Le Bo Bar, al inicio de la subida. 
Se recomienda subir al Castillo andando para ver con detalle el pueblo de Beynac, que es una auténtica maravilla, pero la subida es durilla para un niño de 6 años, y un infierno con el carro, porque además hay varios tramos de escaleras.
Por tanto si viajáis con bebés y carro, es mejor aparcar arriba, o subir porteándolos.

El Chateau de Beynac es impresionante, una fortaleza medieval muy bien conservada. El precio de la entrada es de 8 euros los adultos, y 4 euros los menores de 11 años. Este precio incluye una visita guiada la interior, pero en nuestro caso no entra en nuestros planes. Mi hijo, agotado por la subida, inicia la cantinela de "me aburro", aunque finalmente jugando a ser caballero con su nueva espada, remonta en su entusiasmo.

Chateau de Beynac

Chateau de Beynac


Chateau de Beynac
Y las vistas del valle del Dordoña son maravillosas desde el castillo:
Río Dordoña, desde el Castillo de Beynac

Río Dordoña, desde el Castillo de Beynac
Los niños están bastante cansados tras la subida a pie, por lo que volvemos al apartamento a comer y a pasar la tarde a la piscina. Jorge acaba muy cansado y con la vista borrosa. Se asusta bastante pero le digo que la unión de sol, cloro, sudor y crema solar es un cóctel brutal para los ojos, y que mañana por la mañana estará como nuevo.
Además como el día me ha sabido a poco le animo a salir a cenar a Sarlat, que está a penas a unos 15 minutos. Dejamos el coche en un aparcamiento de pago en la Avenue Thiers, a unos cinco minutos andando de Place Juillet donde comienza la arteria comercial de Sarlat, la Rue de la République.

Tomamos unos helados en Happy Ice, justo al comenzar la Rue de la Republique, de Chocolate, PÁM&PAM y M&Ms, muy ricos, y nos metemos hacia las calles peatonales. 

Sarlat es una ciudad preciosa, con multitud de edificios históricos muy bien restaurados, y tiene muchísimo ambiente turístico, con infinidad de restaurantes con pequeñas terracitas a reventar, músicos callejeros, puestos de artesanía...En el mes de agosto hay que armarse de paciencia para buscar sitio para cenar, para encontrar aparcamiento y finalmente conseguir perderse por callejuelas para huir del ruido.

A pesar de todo lo anterior, es una ciudad mágica.


Sarlat


El centro turístico está en la Place de la Liberté, que al atardecer está lleno de turistas

Place de la Liberté, Sarlat
Cenar en las callejuelas medievales parece misión imposible, por lo que tras un agradable paseo volvemos a  la  Rue de la République y nos sentamos en el primer restaurante con sitio que encontramos (lo que a priori es una mala señal). Se llama  Le Practice y tienen los mismos menús turísticos que abundan en Sarlat. Tomamos de primero una tosta de queso de cabra y foie-gras, de segundo magret de pato y confit,  y de postre cabecou (más queso de cabra, típico de Rocamadour) y tarta de nueces. Los menús rondan los 17 euros. En resumen aglutinamos todos los platos típicos en una única cena, discreta, no muy cara no es delicioso pero sí satisfactorio.
Ya es de noche y la ciudad sigue llena, e iluminada de una forma preciosa, hay espectáculos callejeros y el ambiente se asemeja un poco a un parque temático.
El camino de vuelta al  Hotel es todo lo contrario a lo visto en Sarlat, sin coches por una carretera oscura y poco iluminada, la zona está desierta.
Mañana más.
NOTA: Me encanta viajar pero, por mucho que a algunos les horripile el término, soy una TURISTA. Y en el mundo que vivimos  hay millones de turistas, que disfrutamos de conocer nuevas ciudades, probar nuevos sabores y sorprendernos con otros paisajes. En este presente masificado los turistas, y las zonas que viven del turismo, tenemos que encontrar un punto en el que la actividad económica sea sostenible. Ocurre en ciudades como Florencia o Barcelona, pero también en Sarlat o en los Picos de Europa.
En Europa (y tal vez en el mundo) ya no hay sitio para los grandes exploradores y muy poco para los VIAJEROS, hagamos un sitio para el turismo sostenible.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Alsacia y Selva Negra. Día 9. Paseo por el bosque.

Sur de Inglaterra. Día 5. Con niños por los Cotswolds

Noruega. Día 1. El largo viaje