Día 4. Padirac y Rocamadour. Diario del viaje al Dordoña.
Tenemos por delante la ruta más larga de nuestra estancia, de hecho salimos del departamento de la Dordoña para encontrar dos de las atracciones turísticas más populares del país: La Gruta de Padirac y el Santuario de Rocamadour.
He reservado las entradas a Le Gouffre de Padirac por internet, la visita a las 10:30, para no encontrarnos con demasiados problemas para aparcar (12,50 € los adultos, y 9 € los niños mayores de 4 años). Estamos en agosto y en una zona muy turística de Francia, y por lo tanto está todo un poco masificado, conviene ser previsor. La ruta nos lleva 1 hora y media aproximadamente, pero el camino por la campiña francesa es muy agradable .
La Gouffre de Padirac es una gruta kárstica espectacular. Desde el exterior solo se ve un enorme agujero circular en el suelo, pero por debajo, la visita permite recorrer primero a pie y luego en barca, un estrecho desfiladero subterráneo, para finalmente llegar a la zona más monumental, llena de espectaculares estalactitas y estalagmitas.
Le Gouffre de Padirac |
Le Gouffre de Padirac |
Le Gouffre de Padirac |
Finalmente subimos en una barquita metálica, un total de 7 personas más una "gondolera" que la arrastra a través del río subterráneo. A partir de aquí ya no pueden hacerse fotos. Pongo algunas que he encontrado en la página web http://www.vallee-dordogne.com.
Eso sí el número de personas que suben o bajan es enorme, y todo está lleno de heladerías, tiendas de recuerdos y cafeterías. También hay numerosos puntos de asistencia para peregrinos, ya que la ciudad santuario de Rocamadour es uno de los grandes puntos de peregrinación de Francia.
Los peques están agotados y decidimos hacer el recorrido de subida en los dos ascensores. Creo que Rocamadour necesita una visita más pausada y a poder ser fuera del periodo estival.
De vuelta al hotel pasamos por Belcastel, un castillo precioso al borde de un barranco, y por Souillac que parece una agradable ciudad, pero la niña va dormida y seguimos camino. Tan sólo hacemos una parada técnica en el Leclerc de Souillac para echar gasolina. Justo en frente hay un mercado cubierto donde venden productos locales, y mi marido se escapa a hacer compra: sidra, pan, queso de cabra y fresas.
La tarde la pasamos refrescándonos en la piscina, ya que ha sido el día más caluroso del viaje.
Tras la visita tenemos preparado un pic-nic, pero es imposible encontrar un buen lugar donde sentarse a la salida de la gruta ya que está atestada de gente. Decidimos poner rumbo a Rocamadour y parar por el camino.
Siguiendo las indicaciones de google, pasamos por Rignac, un pequeño pueblo donde reina la tranquilidad más absoluta y donde decidimos parar a comer junto a la Iglesia. Mientras comemos unos bocadillos una vecina sale a preguntarnos si necesitamos algo, y les da unos caramelos a los pequeños...
Rignac |
Estamos totalmente solos, lo que contrasta con nuestra llegada a Rocamadour, atascos, aparcamientos para turistas, cientos de personas deambulando...
Dejamos el coche en un aparcamiento en la zona alta de la ciudad (5€ el día), y debemos andar unos 500 metros hasta llegar al castillo. Las vistas son preciosas.
Rocamadour |
En la parte alta está el castillo, más abajo el santuario, y finalmente el pueblo medieval. Hay dos ascensores, el primero conecta el castillo con el santuario, y el segundo el santuario con la ciudad medieval (2 € los adultos, niños gratis).
Rocamadour |
Hace muchísimo calor, unos 35 ºC, la ciudad está llena de gente, y los peques se resisten a andar. Decidimos coger el primer ascensor, en realidad un funicular, hasta el santuario. Una vez allí decidimos hacer la bajada hasta la ciudad medieval a pie.
Es una visita preciosa, el santuario recuerda totalmente a Minas Tirith, un montón de escaleras, arcos, puertas y torreones de color blanco, que descienden por la montaña encastrados en la roca y fundiéndose con la misma.
Rocamadour |
Los peques están agotados y decidimos hacer el recorrido de subida en los dos ascensores. Creo que Rocamadour necesita una visita más pausada y a poder ser fuera del periodo estival.
De vuelta al hotel pasamos por Belcastel, un castillo precioso al borde de un barranco, y por Souillac que parece una agradable ciudad, pero la niña va dormida y seguimos camino. Tan sólo hacemos una parada técnica en el Leclerc de Souillac para echar gasolina. Justo en frente hay un mercado cubierto donde venden productos locales, y mi marido se escapa a hacer compra: sidra, pan, queso de cabra y fresas.
La tarde la pasamos refrescándonos en la piscina, ya que ha sido el día más caluroso del viaje.
Château de Monrecour, Saint-Vincent-de-Cosse |
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