Navidad en Londres. Día 4. 2019

CATEDRAL DE ST. PAUL. PUENTE DEL MILENIO. WINTER WONDERLAND.

Teníamos pendiente visitar la Catedral de St. Paul, por lo que nos dirigimos allí a primera hora y, como llegamos muy temprano, pudimos tomarnos un capuchino justo en la puerta.
La catedral era enorme, la cúpula era enorme y la fachada principal era enorme. He de confesar que tengo un problema con el barroco y, mientras me entrego con pasión al gótico, este estilo me subleva contra mi concepto de Iglesia.
Solo entraron a la visita tres adultos con la oferta 2x1 del tren (20 libras en la puerta, 17 online), mientras los niños y el resto de mayores nos quedamos paseando y jugando por la zona. Tras un rato de exploración descubrimos una estupenda azotea del centro comercial "One New Change", desde donde las vistas de Londres eran fabulosas.

Nos reunimos todos junto al Puente del Milenio por el que cruzamos hasta la Tate Modern. En ningún otro momento del viaje pasamos tanto frío ya que soplaba un viento helador entorno al río.

Volvimos sobre nuestros pasos y nos refugiamos en la cafetería de las oficinas centrales del Ejército de Salvación, donde conseguimos entrar en calor. 
Queríamos volver a comer a la zona del Soho, concretamente en un restaurante malayo, pero fue IMPOSIBLE. Era el domingo previo a Navidad y el centro turístico de Londres era un verdadero hervidero, no había sitio donde comer para un grupo de once. Por suerte nos plantamos en una brasería brasileña donde cabíamos todos. La comida era bastante buena pero los camareros estaban desbordados. Tan mal se sentía el encargado que nos invitó a una parte de la comida.
Salimos dirección a Hyde Park, porque teníamos reservas para patinar sobre hielo en el parque de atracciones que organizan con motivo de la Navidad: Winter Wonderland. Las entradas las compramos en la página web por unas 40 libras por familia. 

El recinto era tan inmenso que disponía de varias puertas, pero la más cercana a la pista de patinaje estaba desbordada, ya que hacían exhaustivos controles de seguridad y revisaban cada mochila. 
¡¡¡Si teníamos que esperar la cola, era imposible que llegáramos a la hora que teníamos la reserva!!!
Cristina cogió las riendas de la situación y averiguó que los visitantes con reserva tenían una entrada especial sin esperas, pero estaba en el otro extremo del parque de atracciones, por lo que a toda prisa recorrimos primero el exterior y luego cruzamos el interior, llegando justo a la hora. 
La cola para entrar al patinaje era también bastante grande, pero tenían todo muy bien organizado, cogían tus zapatos y te daban unos patines de tu número (sorprendentemente controlaban bastante los números europeos). No se podía patinar con mochila (1 libra dejar un bulto en la consigna) y los niños más pequeños podían patinar con un "pingüino" como apoyo (5 libras la hora).

La pista era muy bonita y el ambiente era perfecto, pero había mucha gente y el hielo no estaba en su mejor estado. Disfrutamos muchísimo del patinaje, aunque la mayoría caímos varias veces al suelo.
Al terminar nos quedamos tomando algo en Winter Wonderland, concretamente en un bar de tipo americano, con música en directo y varias fogatas donde los niños pudieron tostar unas nubes.
La noche era ideal, y había una atmósfera muy navideña. El recinto era gigantesco con decenas de atracciones, mercadillos (con los mismos artículos que en el resto de mercadillos de la ciudad) y muchos bares temáticos. Había incluso un pequeño pueblo bávaro.
Nosotros volvíamos a Madrid al día siguiente por lo que temprano salimos del parque, pero una multitud se dirigía en ese momento hacia Winter Wonderland.
Una gran noche navideña para terminar nuestro viaje a Londres.

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